ES PAPÁ NOEL Y HACE 19 AÑOS VISITA EL HOSPITAL VILELA

Su hijo fue tratado por una leucemia detectada a los tres años y se recuperó. Desde entonces, Claudio Martos compra regalos y los reparte con su familia a los internados cada 24 de diciembre.

Para las fiestas navideñas, Papá Noel se convirtió en el personaje más esperado por los niños. Muchos escriben qué regalos les gustaría recibir, otros aguardan horas sólo por el deseo de verlo. Existen muchas historias de Papá Noel en cada lugar del mundo. En algunos casos, su figura podría asociarse a un gesto de entrega o a una expresión de gratitud que permite experimentar una mejor relación entre los seres humanos.     

Con esa mirada en la vida cotidiana, hablar de Papá Noel en la región es contar la historia de Claudio Martos que, hace 19 años, cada 24 de diciembre llega al Hospital de Niños Víctor J. Vilela de Rosario, con el atuendo típico y una gran bolsa roja de regalos.                                                             

Con el tiempo, fue aprendiendo a mejorar su reencuentro con cada niño con tratamientos oncológicos. Algunas veces, con el regalo en la mano, en silencio ingresa a la sala a pasos lentos y por un instante, el lugar se transforma, en pura alegría. Otras veces, con una sonrisa y su clásico “jo, jo, jo” anuncia su llegada. “Los niños estiran sus brazos, buscan la contención de un abrazo; es el mejor remedio”, describe Claudio Martos, 57 años, papá de Brian, Kevin y Kiara.

El hombre que se gana la vida manejando un remis, decidió convertirse en Papá Noel a partir de atravesar una situación familiar en el hospital de Virasoro e Italia.  Su hijo Kevin, estuvo internado tres veces tratándose por una leucemia detectada a los tres años. “Entonces, nos tocó pasar Navidad, Año Nuevo y Reyes en el hospital. Entramos el 19 de diciembre de 2003 y salimos el 11 de enero de 2004”, recuerda Claudio que por aquellos años vivía en Rosario y con el correr del tiempo se radica en Alvarez.

“Ha sido un momento muy duro para la familia, por suerte, se recuperó. Sé perfectamente lo que es pasar las fiestas adentro de un hospital con otros papás desesperados. Cuando mi hijo se repuso, en el 2004, comienza mi tarea de agradecimiento; mi  tiempo de dar. En aquella primera Navidad, llevé golosinas a la guardia para que repartieran a los chicos internados. Al año siguiente, se me ocurrió hacerlo yo mismo disfrazado de Papá Noel, con una barba postiza, hasta que un chico tiró de ella y me dijo: “vos, no sos Papá Noel”. Desde entonces, en el mes de junio dejo de afeitarme para llegar a navidad con una frondosa barba”, relata.

Pasar las fiestas en el hospital es muy fuerte. “Tenés a tu hijo internado, estás lejos de tu familia, aislado. Por eso, compartir ese tiempo con mucha gente que son del interior y están solos, es una manera de dar, contener”, señala. De allí la importancia y significado particular de brindar compañía. Su rutina, además del clásico "jo, jo, jo", es hacer alguna payasada para descomprimir, distender unos minutos, renovar y fortalecer la esperanza.

Claudio también tiene un local de repuestos de celulares y, durante el año, va separando plata para comprar los regalos; tradición solidaria familiar que cada Navidad emprende para los niños del Hospital Vilela, junto a sus tres hijos. Le gusta regalar juguetes nuevos. En el bolso lleva unos 50 paquetes, además de golosinas.

Unos días antes, llama al hospital y pregunta por los chicos que están en oncología, número de habitación, nombres y edades para llevarles cada regalo personalizado. “Me ha pasado de llegar con el regalo para uno y ver la habitación vacía; me dicen que falleció... Voy a terapia, sala 1, allí la situación es más complicada. Luego, paso por otras habitaciones y hasta llevo golosinas para los que están en la guardia. La cara de esos chicos, su alegría, es inolvidable. Que Papá Noel los abrace, eso quieren. Después hacemos fotos con sus familias", cuenta.

Siempre me predispongo a que todo sea unas horas de alegría para los chicos. El personal de salud lo agradece. Ellos se suman a las complicidades, a crear un clima especial con espíritu navideño. En cada visita, he aprendido el valor de la vida. Cuando yo era chico, esperaba que Papá Noel me trajera autitos de colección, son los mismos que hoy le llevo a ellos”, confiesa.

A medida que llega el 24 de diciembre, Claudio prepara “todo para cada sala”, así  llega organizado al hospital: “Son unos minutos de alegría que tienen los chicos. En lo personal y familiar es un gran regocijo al corazón. No es por el regalo, es más por ver a Papá Noel. Ellos ven que estás, estás acompañándolos. Yo estuve ahí; sé qué se siente, lo viví acompañando a mi hijo Kevin. Ahora, voy camino a cumplir 20 años de recorrer unidad por unidad, regalando unos minutos de felicidad y un saludo especial de Papá Noel”, enfatiza Claudio Martos.



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