¿SE PUEDE APRENDER A VIVIR CON DOLOR CRÓNICO?

POR CAROLINA COROSO (MAT. 4928)

El dolor es algo muy subjetivo. Existen diferentes tipos de dolor y cada persona lo vive de forma diferente. Algunas son más tolerantes a él y otras capaces de acostumbrarse y convivir con el problema. No obstante, aprender a vivir con dolores no es fácil y conlleva alteraciones en el estado de ánimo, especialmente cuando este se ha convertido en un problema crónico.

Vivir con dolor crónico es algo sumamente complejo y duro para la persona que lo sufre cada día de su vida.

Porque, la realidad es que el dolor es una de las peores condiciones a las que se tiene que enfrentar una persona. Y cuando aparece en la vida de cada uno de nosotros, hay que aprender a convivir con un nuevo compañero de viaje que se presenta sin ser invitado.

La Organización Mundial de la Salud ha calificado este padecimiento como una enfermedad, y su tratamiento, un derecho humano. Y es que, el dolor crónico tiene graves consecuencias para quienes lo padecen, ya que ven mermadas sus facultades personales y profesionales.

El ser humano está programado para huir del dolor. Nuestro cerebro lo interpreta como negativo y desarrolla una reacción natural de miedo que nos lleva a evitarlo y querer eliminarlo, aunque en muchos casos los esfuerzos sean inútiles. Para ello, pone en marcha una serie de comportamientos que no siempre son los adecuados, ya que, en lugar de favorecer su eliminación, provocan un malestar mayor.

El paciente que tiene que vivir con dolor crónico experimenta una fuerte sensación de impotencia que le lleva a un estado de irritación hacia el mismo y hacia los que le rodean.  Esto puede llevarlo a una pérdida del sentido de la vida junto a sentimientos de ansiedad, miedo y depresión; es por ello que es trascendente acudir a una ayuda profesional para aprender a manejar todos los aspectos, tanto físicos como emocionales, asociados al dolor.

Vivir con dolor crónico hace que las personas que lo sufren entren en círculos viciosos difíciles de romper. Sus pensamientos se enfocan en eliminarlo, en negarlo y en luchar contra él.  Pero, como no lo consiguen, se sienten frustrados, ansiosos, deprimidos y enfadados. Y su cuerpo reacciona negativamente ante esta situación. A nivel físico, su respiración cambia, los músculos se tensan y, en consecuencia, aparecen contracturas y otros dolores asociados. Por todo esto, se incrementan los pensamientos y las emociones negativas.

Romper este círculo es el objetivo fundamental de la intervención psicológica.

Para ello, el punto más importante es la aceptación. Ayudar a la persona a entender que es una situación que no se puede cambiar ni evitar. Este es el punto principal y también el más complicado. Porque para llegar a él hay que pasar irremediablemente por un proceso de duelo asociado a la pérdida del bienestar anterior: abrirse a ver las limitaciones que conlleva la enfermedad, adecuarse a las nuevas capacidades, eliminar las conductas de evitación y experimentar el dolor sin negarlo.

Cuando se llega a la aceptación, el sufrimiento que genera el dolor baja. La persona aprende a vivir con él,  disminuye la ansiedad y la depresión. Y empieza a buscar opciones y recursos que le faciliten el día a día y le ayuden a superar las limitaciones.

Entre las principales técnicas de intervención psicológica, desde la terapia conductual/cognitiva que han demostrado ser eficaces en el manejo del dolor crónico están las siguientes: respiración, relajación y meditación, reestructuración cognitiva, gestión emocional,  además del manejo de la atención y enfoque en los valores y objetivos. Se trata de favorecer la aceptación y el manejo de las emociones asociadas al dolor y re direccionar la atención hacia otro foco que no sea el propio dolor.

Con la ayuda profesional, se tratará de bloquear y eliminar los pensamientos negativos y construir un camino positivo, constructivista y optimista. En este tipo de terapias el objetivo principal es ofrecer las herramientas necesarias para que el paciente mejore sus habilidades y, de esta manera, afronte de forma saludable sus problemas y conflictos, mientras permite reconocer y modificar patrones de pensamiento disfuncionales para que dejen de afectar de manera negativa a la conducta.

Evidentemente el dolor no desaparece, sin embargo, aprender a aceptar la condición crónica y que el problema no se convierta en algo autodestructivo es primordial.



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